Un 22 de septiembre de 2008 llegué a tierras checas después de un viaje tranquilo y con muchos nervios acumulados ante la aventura que tenía delante. Tres meses y medio después puedo asegurar que nunca me arrepentiré de haber elegido esta ciudad para pasar mi estancia de Erasmus y quién sabe si algo más.
A modo de breve resumen -ya que me iré extendiendo a lo largo del blog en los pequeños detalles, que a la larga es lo más interesante- tengo que decir que la primera impresión que te llevas de la ciudad es un poco el volver caminando a los años 80 en España. Pero cuando vas conociendo, investigando y empapándote un poco de la cultura checa te das cuenta que simplemente son así, con sus cosas geniales y sus cosas distintas.
El idioma no voy a negar que está siendo una barrera bastante mayor de la que me imaginaba. Con inglés te puedes desenvolver perfectamente en los ambientes básicos para un estudiante, que son la universidad, los amigos y por qué no, los bares. Pero saliéndote de este tipo de ambientes la cosa se complica. Y aunque de primeras los checos parecen gente amable y asequible, muchos se muestran reacios a atenderte en cuanto ven que no hablas más checo que el tan usado ‘Nerozumím’ (no entiendo) De todos modos tampoco lo veo como algo grave, yo me imagino a cualquier joven hablando inglés a mi madre o a mi padre y por mucho que se esforzara al final iba a acabar pensando que mis padres son unos rancios porque no le han ayudado. Sobre este tema, alguien me dijo que la República Checa es el segundo país de Europa donde menos inglés se habla, después de España. He dado este dato por cierto y lo he comentado mucho, pero la verdad, no he encontrado nada que lo verifique… tengo que seguir investigando.
Y sí, pese a que en estos tres meses el tiempo ha acompañado con apenas un par de días de nieve y una semanita de lluvias… ¡el invierno ha llegado a Brno!