Que al final a todo se acostumbra uno es probablemente una gran verdad. Hasta venir a Brno nunca había visto nevar más que unos cuantos copos en Londres o en Potes (cada sitio con su belleza) y ahora madrugar un lunes y ver la calle totalmente blanca me puede parecer hasta habitual. Pero no porque me acostumbre me deja de encantar. Eso sí, esta semana entre la nieve, el viento y los gritos de ánimo del partido del Kometa ayer en Olomouc, tengo la garganta un poco tocada… toca Frenadol, como en casita.
Esta semana tengo miles de cosas que hacer y que preparar, pero sin stress. Tengo clases, encuentros con profesores, deberes que hacer, nuevos compañeros por recibir en la habitación de al lado, y sobre todo cerrar los cabos del viaje por centroeuropa más esperado de los últimos tiempos… ya iré detallando.
Y para el blog tenemos pendiente hablar de baloncesto, de fuegos artificiales, de mis mejoras con el checo y de la gente curiosa que uno puede llegar a conocer mientras cocina. Ya sabéis, primer día de la semana, día de propósitos desde la habitación calentita en la que se ve nevar sin parar.
Jo, pues a mí me pasa distinto. No es que aquí nieve mucho, pero la semana que me despertaba con todo nevado era algo como: por favor, que este infierno gélido se acabe de una vez.
A mí estas cosas me gustan para mirarlas, no para vivirlas :)