No hay canción que mejor ilustre el adiós de hoy ni las sensaciones que me recorren cuando pienso en lo que estoy haciendo que la que Marshall y Ted escuchaban una y otra vez en su Fiero. Y es que igual que en ese capítulo de HIMYM, me despido definitivamente de mi coche, de mi Alfa 146. No es que me vaya a poner melancólico, pues nunca nos llevamos del todo bien y nuestra relación fue un quebradero de cabeza bastante grande, pero lo echaré de menos, mi primer coche.
Heredado -como otras tantas cosas- de mi hermano, después de tener dos años de carnet y no conducir me atreví a asegurarlo y sacarlo del garaje. Ese día ya me demostró que esto de tener un coche no iba a ser algo fácil. Casi todos conocéis esa historia… salida del garaje, coche de frente, columna oculta, puerta trasera derecha incrustada, nuevo diseño aerodinámico, llantos, risas, miedos, tranquilidad… Después de mucho circular y perderle el miedo a costa de interminables broncas con mi copilota (gracias por no matarme con la guía Campsa), aparte de una contractura crónica en mi espalda conseguí disfrutar conduciendo. Un año entero asustándome con su aguja de reserva que variaba más que el clima de Cantabria, sacando dinero de donde no lo había para llenar el depósito (sus 103 caballos debían tener un problema con la bebida, si no no me explico por donde se iba tanta gasolina) y aparcando en la calle Honduras por no tener que hacerlo dentro del garaje de nuevo (lo saqué el día de la columna y lo metí el día que lo dejé allí para morir).
Ahora, crisis mediante, mi pobre Alfa, que me llevó por las carreteras de todo Cantabria (tampoco mucho más lejos) tiene que decirnos ‘hasta siempre’. 10 años, cambios de ruedas, filtros, revisiones, itvs, chapa… más la gasolina… más los 500 del seguro… nos plantábamos en más de mil euros para sacarlo de ahí, y ni los tengo, ni hay visos de que los tenga, y si los hubiera, no me los gastaría en él. Así que para evitar todos estos gastos, sacrificaremos en breves días a este compañero de aventuras, que tantas anécdotas ha traído. Te despido con la misma canción que al inicio, pero por supuesto, la versión de Peter Griffin, porque aunque fueras un cabronazo como coche, he reído mucho dentro.
Ay, yo ya he decidido que en el próximo lugar en el que viva (es decir, con un trabajo) me saco el carnet. Ha llegado el momento.
(Solo espero no tener que sacármelo en finlandés o algo así :S)