Tener un blog personal te hace jugar con un doble rasero cada vez que publicas algo en él. Por un lado, al llegar a un público pequeño, casi un círculo de amigos que puedes contar con los dedos que sabes que ‘desperdician’ su tiempo leyéndolo, te sientes como una persona pequeña pero escuchada que puede contar sin miedo sus pensamientos (a veces profundos, a veces estúpidos) sin ser objeto de crítica desconocida. Por otro lado, a veces uno piensa en crear esa entrada que sea enlazada por los blogs más importantes, que desconocidos lleguen a ella y opinen, que tu blog deje de ser invisible en la red y que puedas mover algún que otro cerebro inesperadamente.
Llevo días dando vueltas a diseños nuevos, aprendiendo, leyendo, marcando en favoritos páginas que me llevará semanas leer, y sé que hasta entonces no me pondré manos a la obra con nada, pero siento que estoy en plena efervescencia… y me gusta. Y creo que algún día quizá recuerde esta entrada como la que bifurcó mi camino y me hizo seguir contando mis pequeñas aventuras a mis amigos lectores, mientras en mi cabeza maduraban otras ideas que igual algún día me hacían salir de mi invisibilidad, como la puerta tallada en ese tronco que invitaba a entrar en el árbol que encontré sin darme cuenta paseando por el genial parque de Lužánky.
Últimamente me estoy volviendo demasiado críptico al escribir en el blog, así que para terminar ésta entrada y que todos la disfrutemos… ¿habéis visto las genialidades que llegan a hacer en algunos sitios? Mirad esta página de anuncios pintados en la calle.