No. Si te encuentro por la calle te seguiré saludando, nos pararemos y comentaremos qué es de nuestras vidas, el manido «¿qué haces ahora? ¿dónde andas?» Si un día viajo a tu ciudad y me apetece verte, o necesito que me eches una mano para encontrar algo, te escribiré al email y esperaré respuesta, de igual manera que yo responderé amablemente al que me escriba, porque sí, somos amigos, o conocidos, o como lo quieras llamar.
Esto viene a cuento de que hoy tengo el día de hacer limpieza en el omnipresente Facebook. Y aunque no tenga que justificarme, sí llevaba tiempo queriendo hacer algunas reflexiones sobre el concepto de la amistad en esto de las redes sociales.
Algunos pensarán «¡pero si me añadiste tú y ahora me borras!», otros pensarán «qué tío raro, yo a él no lo hubiera borrado» y mil cosas más. Imagino que como todo en ésta vida, cuando llevas dentro de algo un tiempo considerable uno pasa por distintas etapas y no ve las cosas de la misma manera. Cuando comencé a usar el Facebook aún estaba muy lejos de tener el boom que tiene ahora, al menos en España. Ni siquiera recuerdo qué amistades tenía, pero no eran más que cuatro o cinco. No tenía utilidad para mí, entraba de Pascuas a Ramos y ahí estaba.
Después llegó la locura. Me fui a Brno y descubrí el mundo de posibilidades que tenía la página de marras: desde aprenderte los nombres de los doscientos nuevos amigos que hacías, a quedar para los «eventos» (o sea, fiestas, fiestas y viajes que terminaban en fiestas) a coleccionar las fotos sin tener que ir habitación por habitación pidiendo que te las grabasen en un usb… Era realmente útil, y divertido. Lástima que la vida de erasmus termina y con ello la locura. Lo bueno de una experiencia como ésta es que conoces a multitud de gente. Pero a veces pasa como con los amigos de clase del colegio… son tus amigos porque son los que te han tocado, no los que tú eliges. Entonces, una vez sales del entorno común, te das cuenta que no tienes nada en común con cierta gente, que no hay conversación, que no hay interés mutuo… y, sinceramente, mantener las apariencias por mantenerlas -o por aparentar, o por cotillear- me parece tontería. Y no lo digo sólo por gente del año pasado, ni del colegio, sino que quiero trasladarlo a todas las situaciones donde conoces gente. Y no es una tragedia, a todos nos pasa. Y si llega el día en que esa persona necesite algo, si está en mi mano, ahí estaremos.
Releyendo el último párrafo parece que hemos convertido el Facebook y la amistad en algo demasiado público e importante. ¿Es esto peligroso? ¿Qué necesidad hay de etiquetar y categorizar todas nuestras relaciones personales? ¿A dónde vamos a parar? Por eso he decidido quedarme con menos gente, con la que aporta, con la que interactúo más… Mucha otra directamente hace meses que ni entra en su propio Facebook, con otros hablo por otros medios y a otros me basta con seguirlos en twitter. ¿Me pasa algo doctor por no querer tener 400 amigos y preferir quedarme con 100?
Al final no nos importa que nuestros datos los tengan todas las grandes corporaciones para hacer con ellos lo que quieran, pero preferimos que no anden manejándolos gente que conocemos… pero no tanto… Es curioso.