[Nota para lectores: Este post es un tocho considerable sólo recomendable para santoñeses baloncestistas]
A raíz de este magnífico retrato de las pachangas baloncestísticas que leí el otro día, y del pésimo tiempo de este mes de julio aquí en Santoña que me tiene encerrado mirando por la ventana, he decidido hacer mi pequeño homenaje a aquellas tardes infinitas que pasaba hace años (cada vez queda más lejos) en el Secadero, en las pistas.
Eran otros tiempos, lo más parecido a la tecnología actual era un Pentium con un emulador de la Gameboy y el PcFútbol, y un móvil que valía para llamar y mandar mensajes. Tampoco es que hiciera falta, pues cualquiera que quisiera encontrarme ya sabía dónde tenía que ir. A mí, o a cualquiera de los muchos acompañantes que en la explanada de las ocho canastas, las cuatro porterías y la U-hasta-que-la-partió-el-viento convivíamos día tras día. Hubo épocas en las que bajabas a las tres y media y ya había lleno, otras la gente se demoraba algo más… siempre había algún día en el que no aparecía ni el tato y te preguntabas qué era lo que te estabas perdiendo en otro lado del pueblo…
Mi primer recuerdo del Secadero ya convertido en zona deportiva y no para secar las redes, es un torneo 3×3 en el que jugaba mi hermano y yo era un enano que se colaba en las canchas entre partido y partido para intentar meter alguna canasta. Me acuerdo de Luis Calle y Santi Panadero repartiendo leña y creando polémica y yo alucinando (para mí serían gigantes en aquel momento, pero ya me daba cuenta que no tenían mucha razón en algunas discusiones…) y del equipo de mi hermano, Los Tripucas, cuando el nombre aún podía ser un homenaje a aquel jugador de los Pistons y de los Jazz y no al cuerpo que acabarían echando los Chechu, Tiago, Ángel Félix y demás.
Después fui yo el que empezó a pasar horas y horas jugando en aquellas canastas. A veces venía Pedro y pasábamos tardes muertas tirando tiros y sentándonos a no hacer nada. Y más tirar. Y más ver a la gente pasear. Fue un gran descubrimiento el día que un chaval espigado y bastante torpe nos había ocupado la canasta de Nike, un tal Álex, que era coreano. Se convirtió en otro asiduo de los partidos y las risas continuas. Porque el Seca era mucho más que hacer deporte y amigos, era el buen ambiente y las risas sin fin.
Y poco a poco nos fuimos juntando un montón de gente peculiar. Estaban los de mi equipo, David, Miguel Ángel, Muela, Mario, por supuesto Pedro y alguna vez hasta Felipe. Estaban los uno o dos años más pequeños, Ramiro -después de picarle jugando a las chapas-, Osorio, que también vivía ahí, Álex, Iñaky… No podía faltar mi primo Félix, que aunque el baloncesto no era lo suyo, si querías reír no tenías mejor opción, y alguno de sus amigos, que eran tal para cual… Ya más tarde, a eso de las seis solían llegar los mayores, y eso ya era otra cosa. Intentábamos demostrarles que eramos buenos, que podíamos jugar a su nivel y la cosa se ponía a veces más seria, y otras veces… no. Venía Cañarte con su peculiar mecánica, Lagui y sus afilados codos, Manu, Álex el alemán, Nando, el siempre joven Gallego, Gerardo, Luis… venía Solano con sus dos inseparables amigos, Aitor con sus inagotables ganas de discutir sobre cualquier jugada, si ya venía Carretero o Monchu aquello era para nota. Partidos de categoría, incluso a toda pista… Torneos de hasta cuatro equipos, ambientazo.
Mención aparte quiero hacer a un grupo de gente que cuando llegó revolucionó un poco el Secadero. Nosotros siempre nos poníamos en la misma canasta (la segunda más cerca de las antiguas bodegas por el lado del mar) y estos se colocaron en diagonal a nosotros. No los conocíamos y allí estaban siempre. Y nos acojonaban un poco. Con el paso del tiempo acabamos acercando posturas y a final nos hicimos buenos amigos. Y de ahí salió Sito (el tío que más ha dominado en las pistas a excepción de algún día que se dejó caer Nacho Azofra), y su hermano David, e Isaac, que en el primer partido que echamos 4×4 se dejó una navaja en la base de la canasta… ¡qué crack! Unos grandes del Secadero, porque Sito y David anda que no echaron horas ahí tampoco…
Por supuesto me estoy dejando a algunos de los más míticos para el final, y es que por el Secadero ha habido mucho genio y figura. No quiero olvidarme de Jorge y Changel, la pareja de hecho más famosa, o cuando venía Mario con su hermano pequeño Jose que era un renacuajo (y al que ahora me encuentro y me hace ver lo mayor que estoy) Claro que era casi mejor que cuando traía a Alberto y sus incansables brincos o a Calvo, que hizo de la vagancia una táctica genuina, pero que siempre aguantaba horas allí.
Hubo un 3×3 que organizó Berna que a veces se dejaba caer también por la zona y en el que el Koreano nos trajo a algunos de Colindres… y es que también tuvimos representación extranjera… algún chaval de Madrid, algún francés, alguno del otro lado de la bahía… unos vascos que me hicieron un mate en la cara (¡el único en un partido!), metieron una canasta desde cinco metros detrás del tablero e hicieron que no nos apuntáramos a un 3×3 en Noja todo en diez minutos… También estaban los que simplemente jugaban al fútbol y eran pocos y acababan echando unas canastas, mucho clásico del fútbol vio el Secadero también…
Ya hablé al principio de Santi Panadero, que siguió yendo pese a la edad, que avanzaba al mismo ritmo que se quedaban cortos aquellos pantaloncitos ochenteros que nos llevaba. Y hablando de veteranos, por supuesto, el gran Nacho no podía faltar. Super Nacho, Nacho Jordan… sus inagotables historias sobre el tiro filipino y las redes que traía (y que teníamos que poner subidos en un contenedor o un carro que nos llevábamos de las bodegas), sus triples de medio campo, sus dedicatorias («¡Pa tu madre!» «¡Pa que apruebes todas!» «¡Asistencia!») o sus rodeos por la zona mientras botaba hasta que bajabas la guardia y te daba un balonazo en salva sea la parte.
Y es que clásicos en el Secadero hubo muchos, Paco con su triple amago de cabeza, la ley de Bonano el que vaya a tirar que se quede sin mano, un hombre que creó escuela sin saberlo… Merino y su tiro por encima del tablero… También hubo chicas, pero las menos, capitaneadas por Sara Lagarma alguna vez pasaban por allí Estefanía, Mirta, Isa, o se asomaba Jana desde casa, pero poco más. Por suerte las chicas del equipo de Colindres que una vez nos retaron e hicieron que nos tiráramos todo el verano entrenando por miedo a la vergüenza, nunca aparecieron…
Sé que me estaré olvidando de más de uno y más de dos, pero me voy haciendo mayor, así que en los comentarios podéis avisarme de los que no están en la lista. Y es que el Secadero fue más que baloncesto, fue una manera de vivir los veranos y nuestra juventud. Era perfecto.
Lo mejor de todo era el horario. En verano podías jugar desde las 3 y media, hasta la 1 de la madrugada. Imposible acordarse de todos, pero para mí, también faltan y son míticos Javi nervios, nuestro primer entrenador, Álvaro el del bar brasil, Monchu el de Isla y Chisco fusibles. Y Chuki amigo de Isaac. Aparte del protector azul «Arlauckiano» de Berna.
Cabe destacar que el secadero es un centro polideportivo. Me ha venido también a la mente algún partido de hockey, nos compramos el stick incluso!!! o de futbol americano, 2vs2 Alvarito y yo contra, Osorio y tú. Pero lo mejor era que tras perder un partido y te echaban para entrar otros, te podías dar un baño andando 20 metros. Y al hablar de Nacho, hay que mencionar a su escudero y reboteador de lujo Francisco Javier Fernández Jaso, que por cierto la próxima vez que te vea recuerdame que te cuente, la historia de la agenda, Jaso, Nacho, un boli y los triples.
Buah!!! No se me ha quitado la sonrida de la boca en toda la lectura,y todavía la mantengo.Aunque éramos de diferente generación, el «baloncesto en la calle» nos juntó a todos en el centro neurálgico que fue (que pena) el Secadero.
No había verano que no terminara con la marca de la camiseta en el cuerpo por las horas que pasábamos al sol y la brisa (en ocasiones vientos huracanados que cambiaban completamente la trayectoria de los lanzamientos) en las pistas.
Yo empecé a jugar cuando sólo había 2 canastas destartaladas;he jugado un 3×3 nocturno en el que oí a «Urugüayo» apuntar que «los mejores jugadores se ven jugando de noche»;he visto a Gallego inentar realizar un mate y permanecer 5 minutos de espalda sobre el suelo tras caer estrepitósamente;he chuleado,siendo un crio,a mas de un «profesional» que venía a nuestra tierra de vacaciones (con nuestras reglas,claro);me he tirado más de una vez al agua en busca de un balón de baloncesto que salía fuera de las pistas;he roto dedos,cejas…. Se podría escribir un libro.
Gracias Juan por hacer que mi mente vuelva d enuevo a esa época,pero que sepas que para nombrarme tienes que pedirme permiso ya que tengo exclusividad con «Gigantes del basket» :-)>
Gracias Juan, espectacular post. Me he emocionado de leerlo! «los mejores jugadores se ven de noche» Que grande!. Recuerdo perfectamente una imagen del 3×3 nocturno. Un pedazo de caño que le hizo Nanclares a Carretero…vaya partidazo que jugaron.
Muchas gracias juan, da gusto volver asi a la infancia. Tampoco estaria de mas quedar un dia para ver en lo que nos hemos convertido (baloncestisticamente hablando) yo ahi lo dejo.