Cualquiera que me conozca un poco sabe que viajar y comer bien son dos cosas a las que raramente hago ascos. No es que tenga un paladar excesivamente fino, que unas buenas patatas ali-oli y unas croquetas suelen ser suficientes para tener contento a mi estómago, y no siempre hace falta viajar al fin del mundo (en horas, Galicia no anda lejos de ahí) para encontrar sitios agradables. Juntando estos dos placeres y sin necesidad de recorrer mucho camino, no hace ni dos meses aparqué mi orgullo de santoñés para ir a conocer a Laredo un restaurante del que todo el mundo me había hablado bien: La Marina Company.
Sabiendo de mi indecisión a la hora de elegir un sitio donde entrar a comer, siempre es un alivio poder ir a piñón fijo, y más aún cuando te vas a encontrar una cara amable y conocida como la de Marc allí. Y no sólo allí. Ya antes, el poder reservar mesa con un simple mensaje vía Twitter, y el poder ver el menú del día en su blog desde casa para no encontrarte sorpresas y poder ir decidiendo lo que vas a tomar, es algo que hace que el local sume muchos puntos desde la distancia.
Ya en tierras… pejinas, las expectativas de La Marina Company se cumplen con creces: comida buena con magnífica presentación, platos muy elaborados en el menú del día y un precio muy acorde a los tiempos que corren (12 euros un entrante a elegir entre cuatro, un segundo a elegir entre tres carnes y tres pescados, postre, pan y bebida) No se puede pedir más, por mi parte se lo recomiendo a cualquiera ya sea por Internet o por la calle.
Por si fuera poco, aproveché mi última visita para conocer también el pueblo con mejores vistas del mundo, porque aunque esté ahí al lado, es un gran desconocido para mí. Y aunque no hay color con nuestra península, también es de justicia decir que Laredo tiene sus zonas bonitas y cuidadas, las casas e iglesias de la Puebla Vieja, el paseo a lo largo de la playa de la Salvé o el curioso Túnel de la Atalaya. Toda una experiencia.
Como decía no hace mucho un santoñés amigo, en Laredo se tienen tan buenas vistas que se ha levantado un muro de hormigón para ocultarlas, y que así los pejinos no tengan tanta envida :)
Comentarios como el tuyo hace que sigamos apostando por nuestra línea de trabajo. ¡Muchas gracias!
:) Nada hombre, al final esto no me cuesta nada y no digo ninguna mentira… ya me gustaría que hubiera un restaurante como el vuestro en cada ciudad a la que voy, así me evitaría muchos quebraderos de cabeza :P