Puedo decir con orgullo de anciano en esto de Internet que disfruté mucho de Napster en su momento. Recuerdo cuando apenas había archivos .mp3, cuando todos usábamos el Winamp (y su mítico mp3 de prueba, «It really whips the llama’s ass!») y cuando apareció la primera canción en mi antiguo PC (Flowers in the window, de Travis) a la que siguieron otras muchas (Burn Baby Burn de Ash y alguna que otra de unos tal Linkin Park cuando aún no tenían ni un disco…) A partir de ahí llegaron los megas de internet, las tarifas planas que nos salvaron de vergonzosas facturas de Telefónica y un montón de ups and downs en la manera de hacernos con música. Disfrutamos de Audiogalaxy como enanos, mucho antes del boom social en el que estamos ahora inmersos y nos tiramos horas buscando en las carpetas de nuestros amigos en el Soulseek. Y aunque este último perduró, muchos se pasaron al eMule, al Kazaa, y finalmente, a las descargas directas.
Pasado todo este batiburrillo de programas, que por cierto debería hacer pensar a aquellos que pretenden regular con decretos estúpidos qué páginas podemos y no podemos ver (la red se mueve a una velocidad que no pueden imaginar y lo que hoy es mayoritario, mañana puede ser olvidado, cambiado y mejorado) nos encontramos ante un panorama en el que al final algunas compañías han decidido dar un paso al frente, enfrentarse a lo establecido y ofrecernos opciones legales para escuchar toda la música, o casi, que queramos.
La más extendida por aquí parece Spotify, que por un precio más que razonable nos pone a pocos clicks millones de canciones en cualquier dispositivo. Muchos pros, pero la falta de algunas bandas aún es una gran contra. Realmente queremos escucharlo todo desde el mismo sitio, sin tener que ir cambiando según lo que nos apetezca (lo que es extremadamete vago, pensando que hace cuatro días usábamos vinilos y cintas que teníamos que coger, poner, guardar y hasta rebobinar). Por otro lado, «radios» más orientadas a los nuevos descubrimientos y a las recomendaciones, como pueden ser las de Last.fm o Pandora en EE.UU. El paraíso de estar a la última, de descubrir nueva música, de crear una comunidad de amantes de ciertos géneros o bandas. Pero con poco arraigo por aquí.
Y finalmente, la batalla en la nube y sus servicios: iTunes y el iCloud, que nos legaliza toda nuestra colección de archivos mp3 piratas por 25 euros al año y las apuestas similares de Google Music y de Amazon. Y las que faltan por llegar. Con sus respectivas tiendas, la promesa de tener nuestra colección en cualquier lugar sin tener que preocuparnos de si se nos borra el disco duro o de si un día la policía va a tirar la puerta abajo y nos va a pillar con nuestros archivitos bien guardaditos en sus carpetas.
No tengo ni idea de hacia dónde vamos. Ni siquiera sé si acabaré pagando el premium de Spotify o haciéndome con un servicio de estos en la nube para poner a buen recaudo toda la música que escucho día a día. De momento sigo fiel a las descargas, aunque cada vez soy más perezoso y me cuesta más ponerme a buscar, por eso creo que es el momento del siguiente paso, pero igual cuando lo dé, ya estamos en la siguiente etapa de la música e internet. ¿Qué me recomendáis?
Foto: Halans
Jo, pues yo pago el premium de Spotify desde hace casi dos años (creo), y lo mismo con Last.FM (porque cuando empecé a pagar a Spotify me sentí culpable por haber abandonado Last.fm cuando empezaron a pedir dinero -y es muy barato!-, así que me hice Premium también ahí :))