[24/53] Recuerdo perfectamente mis primeras páginas web. Había conseguido el Microsoft Frontpage 98 y quería ver qué se podía hacer con él. Internet a finales del siglo pasado (madre mía cómo suena) era muy diferente a lo que tenemos hoy entre manos. Seguro que muchos recordaréis esos botones en las páginas de web optimizada para Internet Explorer y una resolución de 800×600… Y es que el diseño para la mayoría consistía en hacer una tabla de 800 píxeles de ancho e ir rellenando las celdas (¡muchas veces sin ni siquiera eliminar los bordes!) con textos y alguna imagen o gif animado.
El ancho de banda en aquellos tiempos, al menos en España, no permitía grandes virguerías, por lo que era todo muy sencillo. Por suerte estamos volviendo a esa tendencia, de comunicar un mensaje claro, aunque lo que ahora lo provoca no es el ancho de banda, sino la atención de los navegantes, cuya paciencia ha ido decreciendo de manera inversamente provisional a los megas contratados.
Entre medias, épocas llenas de imágenes y mapas de enlaces y por supuesto los años del Flash, en los que esta tecnología (primero de Macromedia y ahora de Adobe) fue la estrella: animaciones, eventos, creatividad… Claro que también tenía su cara oscura: tecnología propietaria, altos tiempos de carga, incompatibilidad móvil, imposibilidad de posicionar el contenido de cara a los buscadores…
En los últimos años, el diseño web se centra en una palabra: responsive. Con la proliferación de pantallas de todos los tamaños, desde smartphones de menos de 4 pulgadas a all-in-one de 27, y viendo un panorama que abarca desde smartwatches a pantallas de smart-TV gigantes, la necesidad de que una web sea adaptable a todas las situaciones es la petición básica de cualquier proyecto que empiece ahora.
Se terminó el trazar un esquema estático en Photoshop o Illustrator de cómo se va a ver la página en todos los sitios y «traducir» esas imágenes a código. El trabajo de diseño abarca pensar mucho más allá: flexibilidad, wireframes para las configuraciones más generales, revisiones, empezar de pequeño a grande, o de grande a pequeño…
Obviamente todo tiene que girar en torno al objetivo que queremos dar a la web, y a partir de ahí planificar los elementos clave de la página, que suelen ser el logo, título y mensaje fundamental a dar, la llamada a la acción principal, el menú de navegación, la información y datos de contacto y los bloques básicos a destacar (blog, newsletter, categorías…).
Uno puede pensar, entonces ¿todo lo aprendido hasta ahora no ha valido para nada ya que no se aplica? Mi respuesta es un rotundo no. Por mucho que hayan cambiado las cosas, el trabajo es el mismo: obtener con las herramientas disponibles el diseño que mejor cumpla los requisitos del proyecto. Y ahí, la experiencia a la hora de diseñar es un grado (y los errores cometidos de los que se aprende).
¿Te ha parecido interesante el post? Puedes compartirlo en redes sociales :)
Yo a los 11 años encontré un libro de mi papá que era justo del año en que nací. Hablaba de como hacer páginas web.
Y así empecé, pleno 2009 y yo usando tablas (tranquilos, nunca subí ni un archivo)
Y es increíble lo que fui aprendiendo, un poco con prueba y error, un poco con tutoriales de internet.
Ahora con 17 estoy haciendo mis primeros temas para WordPress. Y vaya si cambió todo.
Saludos!
Lo importante es no perder las ganas de seguir aprendiendo. Esto se va moviendo cada poco tiempo y es necesario poder adaptarse a todas las circunstancias. Ánimo con WordPress!