Hace 11 semanas publiqué un post muy optimista en el que os contaba cómo una manera de hacer esas tareas que nunca haces era contarlo en público. Y eso hice. Contarlo, digo. No hacerlo. ¿Y por qué? Porque no hay fórmulas mágicas para arreglar el mundo o la productividad de uno mismo. O, directamente, porque los días tienen un número de horas limitado y por mucho que ajustes, hagas malabares con ellas o las organices, a veces hay que dar prioridad a otras cosas.
Porque la situación es esa. Si hubiera estado perdiendo el tiempo no estaría escribiendo este post. Estaría intentando hacer cuatro chapuzas rápidas para aparentar que sí he avanzado en proyectos que no he tocado. Diría que tengo los bocetos en mi cabeza. O la estructura montada. O subiría una nueva landing page. Pero si algo he aprendido estos últimos tiempos es a utilizar mis horas de manera que me quede contento con ellas. Que el trabajo que salga sea definitivo (o casi) y no sean patadas hacia adelante y problemas para el Juan del futuro.
Me encantan los proyectos que llevo en paralelo. Me gusta Enlace Permanente, me gusta mi propio blog, me gusta defender aquellos principios en los que creo y contárselo a la gente siempre que puedo. Me encantan los proyectos que llevo directamente, mi empresa, hacer páginas web para gente que necesita esas soluciones. Me encanta lo que no son proyectos y son directamente cosas que no pensaba que podría estar haciendo yo, como organizar una meetup o la próxima WordCamp Pontevedra en septiembre del año que viene. Y por eso todas las cosas que dije que quería hacer en agosto siguen en pie.
Pero en estas semanas también he descubierto lo importante que es organizar tus proyectos y tus trabajos de manera equilibrada. En septiembre he estado totalmente sobrepasado por mi exceso de optimismo. O más bien por mi falta de control sobre las horas que me iban a llevar ciertas tareas. No es cuestión de decir que no a todo, pero sí es cuestión de saber hasta dónde puedes decir que sí.
Y en estas situaciones poca cosa queda más allá de dormir un poco menos, meterle muchas horas y tratar de solventar la situación de la manera en que menos perjudiques a terceros. Y aprender para no volver a cometer esos errores. Y en eso estamos. Por primera vez en mi vida puedo decir que tengo ya proyectos y trabajo de aquí a cuatro meses. No puedo meterme en más jaleos aunque quisiera (que siempre quiero). Y esto es bueno, para mi economía, para mi carrera profesional y para seguir practicando en la organización y optimización de ese bien incalculable que tenemos que es nuestro tiempo.
Esto no quiere decir que no haré todo lo que me propuse hasta febrero o marzo (que para entonces espero seguir teniendo trabajo para los siguientes meses), pero que hay que saber adaptarse a los flujos de trabajo cambiantes e ir encontrando huecos para el resto de tareas menos prioritarias, menos importantes y menos urgentes.
Os iré contando novedades en todos los frentes en las próximas semanas. Pero sentía que tenía que dar estas explicaciones porque realmente lo que funciona con todo el mundo, y eso sí está comprobado, es ir con la verdad por delante. Aunque sea una verdad que no creo que a mucha gente le interese. Aquí queda escrita.