Hoy caminé 20 kilómetros por Santander. Primero con Leyre y David (y Bowie). Luego con Javi (y Aler). Finalmente, solo. Ayudando a los Reyes Magos, saludando al peluquero que me empezó a cortar el pelo hace veinte años, buscando tiendas que ya no existían y descubriendo nuevos rincones de la ciudad en la que viví hace ya mucho tiempo. Todo parecía agradablemente normal.
